Pablo Neruda, el maestro de las metáforas
Nacido en Chile en 1904 con el nombre de Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, escogió posteriormente el seudónimo de Pablo Neruda.
De muy joven conoció el movimiento anarquista de Chile y fue defensor de las ideas del socialismo. Participó en diversas actividades políticas, hasta que fue convocado como cónsul chileno en Barcelona donde conoció a Federico García Lorca. Tras el asesinato de Lorca y el comienzo de la Guerra Civil en España, Neruda se exilió a Francia desde donde colaboró con los republicanos españoles. En agosto de 1939 logró salvar a más de 2.000 republicanos españoles, derrotados de la guerra civil, llevándolos hasta Chile en el célebre barco francés Winnipeg.
Luego fue embajador en México, donde conoció a Diego Rivera y a Frida Kahlo.
Fue aproximadamente a mediados de la década de los 50 cuando su obra saltó al éxito en el mundo de la literatura: su poesía contiene sentimientos personales y políticos y es una declaración de amor permanente a América.
En 1971 ganó el premio Nobel de literatura.
Neruda murió en septiembre de 1973, doce días despuès de que la dictadura militar de Augusto Pinochet asesinase a su presidente y amigo Salvador Allende.
De muy joven conoció el movimiento anarquista de Chile y fue defensor de las ideas del socialismo. Participó en diversas actividades políticas, hasta que fue convocado como cónsul chileno en Barcelona donde conoció a Federico García Lorca. Tras el asesinato de Lorca y el comienzo de la Guerra Civil en España, Neruda se exilió a Francia desde donde colaboró con los republicanos españoles. En agosto de 1939 logró salvar a más de 2.000 republicanos españoles, derrotados de la guerra civil, llevándolos hasta Chile en el célebre barco francés Winnipeg.
Luego fue embajador en México, donde conoció a Diego Rivera y a Frida Kahlo.
Fue aproximadamente a mediados de la década de los 50 cuando su obra saltó al éxito en el mundo de la literatura: su poesía contiene sentimientos personales y políticos y es una declaración de amor permanente a América.
En 1971 ganó el premio Nobel de literatura.
Neruda murió en septiembre de 1973, doce días despuès de que la dictadura militar de Augusto Pinochet asesinase a su presidente y amigo Salvador Allende.
Oda al color verde
Cuando la tierra fue calva y callada, silencio y cicatrices, extensiones de lava seca y piedra congelada, apareció el verde, el color verde, trébol, acacia río de agua verde. Se derramó el cristal inesperado y crecieron y se multiplicaron los números verdes verdes de pasto y ojos, verdes de amor marino, verdes de campanario, verdes delgados, para la red, para las algas, para el cielo, para la selva el verde tembloroso, para las uvas un ácido verde. Vestido de la tierra, población del follaje, no sólo uno sino la multiplicación del ancho verde, ennegrecido como noche verde claro y agudo como violín verde, espeso en la espesura, metálico, sulfúrico en la mina de cobre, venenoso en las lanzas oxidadas, húmedo en el abrazo de la ciénaga, virtud de la hermosura. Ventana de la luna en movimiento, cárdenos, muertos verdes que enrojecen a la luz del otoño en el puñal del eucaliptus, frío como piel de pescado, enfermedades verdes, neones saturnianos que te afligen con agobiante luz, verde volante de la nupcial luciérnaga, y tierno verde suave de la lechuga cuando recibe sol en gotas de los castos limones exprimidos por una mano verde. El verde que no tuve, no tengo ni tendría, el fulgor submarino y subterráneo, la luz de la esmeralda, águila verde entre las piedras, ojo del abismo, mariposa helada, estrella que no pudo encontrar cielo y enterró su ola verde en la más honda cámara terrestre, y allí como rosario del infierno, fuego del mar o corazón de tigre, espléndida dormiste, piedra verde, uña de las montañas, río fatuo estatua hostil, endurecido verde. |
Ode al colore verde
Quando la terra fu pelata e silenziosa, silenzio e cicatrici, estensioni di lava secca e pietra congelata, apparve il verde, il colore verde, trifoglio, acacia, fiume di acqua verde. Si sparpagliò il cristallo insperato e crebbero e si moltiplicarono i numerosi verdi, verdi di pascoli e occhi, verdi di amore marino, verdi di campanile, verdi sottili, per la rete, per le alghe, per il cielo, per la selva il verde tremante, per le uve un acido verde. Vestito della terra, popolazione del fogliame, non soltanto uno ma la moltiplicazione dell’ampio verde, scurito come notte verde, chiaro e acuto come violino verde, spesso nello spessore, metallico, solforico nella miniera di rame, velenoso sulle lance ossidate, umido nell’abbraccio della palude, virtù della bellezza. Finestra della luna in movimento, violacei, morti verdi che arrossano alla luce dell’autunno nei pugnali dell’eucalipto, freddo come pelle di pesce pescato, infermità verdi, neon saturniani che ti affliggono con opprimente luce, verde volante della nuziale lucciola, e tenero verde soave della lattuga quando riceve sole in gocce dai casti limoni spremuti da una mano verde. Il verde che non ebbi, non ho né avrei, il fulgore sottomarino e sotterraneo, la luce dello smeraldo, aquila verde tra le pietre, occhio dell’abisso, farfalla gelata, stella che non poté incontrare il cielo e seppellì la sua onda verde nella più profonda camera terrestre, e lì come rosario dell’inferno, fuoco del mare o cuore di tigre, splendida dormisti, pietra verde, unghia delle montagne, fiume fatuo, statua ostile, indurito verde. |